No tengo mejor amigo que Dios: un amigo que está siempre ahí, dispuesto a escucharme o reconfortarme.  Cuando estoy atribulada, Dios está conmigo, escuchando cada palabra mía.Si estoy acongojada por la pérdida de algo o de alguien, Dios toma tiernamente mi mano.  Si el dolor que me causa esa pérdida parece más de lo que puedo soportar, Dios toma la carga sobre sí, amándome tanto que me queda amor para compartir.Aunque en un principio el dolor no desaparezca por completo, con el tiempo aprendo a confiar totalmente y de todo corazón en la activa presencia de Dios en mi vida.En cualquier momento puedo recurrir al consuelo y la fuerza de Dios.  Y lo hago.
fuente